Así, “Las veredas de la vida”, que bien pudiera ser “los caminos de la vida” pero me podrían reclamar copyright… pero si, las veredas de la vida resplandecen ante nuestros ojos mientras vamos sobre las dos ruedas de nuestra bicicleta.
Las pasadas rodadas han estado llenas de alegorías entre el rodar y la misma vida. Es sólo cuestión de poner un poco de atención, bajar nuestras barreras levantadas durante el trajín de la rutina laboral, del ruido citadino o el estrés traumático de la ciudad.
Una vez que estás en la brecha, has de dejarte ir. Y sólo entonces empezarás a descubrir las lecciones que la vida brinda gratuitamente a través de rodar en bicicleta…
Empezamos la rodada yendo los “constantes”, amigos todos, compartiendo y departiendo, poniéndonos al corriente… yendo juntos en pelotón, de repente nos separábamos un poco, se formaba la “serpiente de colores” mientras íbamos pendiente abajo… luego otra vez nos compactábamos… Alcanzamos a Gisela, y juntos nos enfrentamos a la trepada de la cornisa en dónde cada uno toma su ritmo, y las pláticas entre nosotros se transforman en conversaciones de uno con uno mismo, empezamos a escucharnos a nosotros, a nuestro cuerpo, nuestras ideas pendientes, los recuerdos que atraen otros pensamientos y empezamos a armar hilos de pensamientos que nos permiten conocer más de lo que somos, de lo que queremos, de lo que deseamos.
Estas rutas son como la vida, tenemos momentos compartidos con nuestros amigos, momentos con nosotros mismos… o más que “tenemos”, debe ser “tenemos que favorecer” tener momentos con los amigos, con nosotros, con otros que a lo mejor no son amigos pero que pasan a nuestro lado, bien pueden convertirse en amigos, o aunque no lleguen a eso, bien tendrán una razón de aparecer por nuestro camino durante un espacio y momento de nuestras vidas.
Así es rodar, es estar abierto a las veredas de la vida!
Ro
Padrisimo!!!!!