Posiblemente estas ideas ya las he plasmado antes, quizás las mismas palabras han brotado de mi alma en un orden parecido. No importa mucho, porque a fin de cuentas es un hecho irrefutable, no soy el mismo de hace un año, ni siquiera el mismo de hace un mes … esto es tan claro como ver el odómetro de mi bicicleta, que ahora marca casi 2,000 kilómetros desde la última vez que lo reinicié por error 😛
Siento ir flotando y a la vez yendo tan pegado a la tierra… voy por la misma ruta que he rodado tantas veces, (la mosca en el Bosque la Primavera), y hoy es diferente a la última. Es subir hasta acariciar las nubes, a las que sorprendemos aun adormiladas, enredadas en las ramas de las cimas de las colinas que nos hacen jalar aire para treparlas, sorteando escalones y bajantes que la última lluvia ha creado a su capricho.

Así llegamos nuevamente al “camino ancho” que nos lleva de regreso al punto de arranque. Y nuevamente luego de una hora y media mágica, en el mismo camino, tan diferente como siempre, me dirijo a la ciudad, con la sonrisa en mi rostro, con el lodo en mi bicicleta y con el frío y el sudor jugueteando en mi piel.