En medio del bosque, a la sombra de estos árboles y atravesando los pequeños valles que marcan de vez en vez la ruta.
No se necesita mucho más que una bicicleta, un casco y unos guantes para “vestir” al monito que es el motor de estas historias, de las anécdotas, de los sueños que se hacen realidad con cada pedalazo que damos, con cada subida escalada sobre ruedas, cada bajada surcada a la par del viento…
Así rodamos por las brechas, los arroyos secos, por páramos secos que luego se transforman en alfombras verdes y a la vuelta del tiempo son charcos o zanjas de lodo, y luego regresan al páramo… así como la vida va dando vueltas sobre sí misma enriqueciéndose en cada una aún más, así, las vueltas de nuestras ruedas se enriquecen y nos enriquecen a nosotros mismos también, nos dan más de los que damos, nos regalan sin pedir regreso, nos llenan y nos hacen ver este mundo como el mejor lugar en el que podemos vivir!
Rogelio