La humedad reblandece la tierra, y con una bajada acelerada, una inclinación de más al rodar y el resultado es casi predecible, como aquí El “Cabre” lo pudo comprobar al detenerse involuntariamente a un reconocimiento del terreno… algo que una sonrisa y la mirada de los compañeros pueden amortiguar mientras aun quedan algunos metros por seguir rodando.
Y así fue, al igual que el sol iba bajando por el poniente, aquí seguimos al Efra continuando la bajada del cerro de Bugas por el camino “rudo”.
Una rodada que bien se hace en solitario, en parejas, en grupos, ya sea por la mañana, a medio día o por la tarde… si, generalmente uno se encuentra con otros rodantes queriendo demostrar a una ciudad inerte en su ruido y lisonja que aun vale la pena rescatar estos rincones que nos regresan eso que en un inicio nos hizo ser humanos, ser uno con el entorno, ser algo más que una masa que se mueve al compás del automóvil y su desarrollo mal entendido.
Ro