Los caminos de la vida

Siempre estamos en movimiento. Y para movernos debemos de seguir caminos, a veces, irlos abriendo. Es algo que me fascina del ciclismo de montaña. Si bien hay veredas, hay senderos y terracerías ya trazadas, de vez en cuando es necesario abrirse paso por algunos metros. Ya sea porque un árbol se cayó, o una piedra tapa la ruta, o el sendero se lo llevó el agua.

Así en la vida, si bien ya tenemos una referencia para seguir, un marco social que nos limita para guiarnos, según esto, no es un guión imborrable. Es necesario ir haciendo ajustes.

Y bien, practicar la bici de montaña creo yo que nos va preparando, porque cada salida es una práctica de como lograr adaptarse al camino y abrir atajos, o quizás no atajos sino rodeos que a la larga nos permiten llegar a nuestra meta.

El cerebro es un músculo y necesita practica constante, y rodar en la montaña es un ejercicio excepcional para eso. Y lo mejor de todo, te va regalando a la vez lo mejor de la vida, olores, sabores, sentires, vistas…

Un camino que nunca has recorrido, que descubres tan sólo al animarte a ir un “poquito” más allá de donde algún día habías llegado… te hace descubrir una nueva forma de llegar a un lugar que aunque conocías, ahora lo conoces más.
Una trazada que sabías que ahí estaba pero que apenas hoy descubres y te das cuenta que no sólo es el camino lo que descubres sino la formidable vista de este rincón de tu tierra, de tu lago, de tu vida.
Esos senderos que se esconden entre la yerba y los árboles y que te empujan a hacerte uno con el entorno, te hacen valorar cada piedra que pisas, cada aguja de pino que tocas, cada gota de rocío que sientes caer en tu rostro…
Rincones que parecen esconder el camino pero que no es otra cosa que una invitación a que lo recorras para que descubras que no siempre el camino más corto es la línea corta, sino ese que te hace descubrir que el tiempo no se mide en segundos, sino en instantes de vida, en sabores que la memoria disfrutará por eones aún cuando ya no estés.
Pequeños caminos que no es que se escondan. Es que son la instancia humilde de la majestuosa naturaleza y es la que nos enseña a ser sencillos, agradecidos y en el silencio sentirnos afortunados de ser esa limitada cantidad de los que podemos disfrutar y soñar entre los seres mágicos de nuestro bosque.
Al final, descubres que no hay final. Hay oportunidad de tomar un respiro, detenerte a la orilla de un camino. Descubres que tu camino es la continuación de uno previo, y simplemente la parte previa de uno más que viene después. Es un momento en la eterna continuidad de nuestro andar…

… de nuestro rodar!

Ro

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