Siempre estamos en movimiento. Y para movernos debemos de seguir caminos, a veces, irlos abriendo. Es algo que me fascina del ciclismo de montaña. Si bien hay veredas, hay senderos y terracerías ya trazadas, de vez en cuando es necesario abrirse paso por algunos metros. Ya sea porque un árbol se cayó, o una piedra tapa la ruta, o el sendero se lo llevó el agua.
Así en la vida, si bien ya tenemos una referencia para seguir, un marco social que nos limita para guiarnos, según esto, no es un guión imborrable. Es necesario ir haciendo ajustes.
Y bien, practicar la bici de montaña creo yo que nos va preparando, porque cada salida es una práctica de como lograr adaptarse al camino y abrir atajos, o quizás no atajos sino rodeos que a la larga nos permiten llegar a nuestra meta.
El cerebro es un músculo y necesita practica constante, y rodar en la montaña es un ejercicio excepcional para eso. Y lo mejor de todo, te va regalando a la vez lo mejor de la vida, olores, sabores, sentires, vistas…