Así se pintaba el amanecer el otro día.
Ese tono ambivalente, entre la nostalgia y la esperanza de lo que viene en el nuevo día. Curiosamente, el tono que tomaba el camino era muy similar a los destellos del ocaso. Es interesante que ocaso y el despunte del día sean tan parecidos aunque, diametralmente opuestos. Por eso se me vino a la mente este “amarillo ocre”. El punto exacto en que ni se es un color ni el otro. Y en menos de dos minutos, el “amarillo ocre” me fue explicando la banalidad de las preocupaciones humanas. Fue dejándome ver como nuestro andar es así, una continua mezcla de tonalidades, aunque en nuestro universo “humano”, esas tonalidades son emociones, son expectativas, son intenciones y son también, nuestras mismas acciones.
Mientras iba pensando en esto seguí rodando, maravillado del espectáculo del que estaba siendo testigo… sin pagar ni un solo peso. Pensando en cómo la sociedad, la civilización ha estado perdiendo “piso”. ¿Cómo se fue formando este tren de pensamientos? No lo sé, pero es una maravilla en sí. Como del “amarillo ocre” fueron surgiendo muchos pensamientos, cientos de sentimientos, propuestas y contra-propuestas. Fui elevándome como el mismo sol sobre esa telaraña que son las directivas, las instrucciones recibidas durante decenas de años, tan sólo para aceptar el “estado de las cosas”. Y llego a la conclusión de que no me gusta del todo. El “amarillo ocre” me fue llevando a recordar esas tesis “anti-sistémicas”, como lo que parece estable en realidad no lo es, no lo debería de ser, y no lo deberíamos de sostener; cómo existen gobiernos que sólo desean el poder por el poder, sociedades que viven de otras en lugar de producir cada cual lo que cada una necesita. Ciudades que “dominan” a otras, tan sólo ante la idea de estar administrando las riquezas que no son de ellas y que a final de cuentas ni siquiera deberían de existir. Por eso desaparecieron nuestros primeros ancestros, porque alguien llegó a decirles como vivir… y por ende lo dejaron de hacer.
Oh! las 8:00am, hora de regresar según mi propia decisión, contra mi propio orgullo, me lo dije… no importa no llegar a la torre el día de hoy, vamos regresando a las meras ocho en punto… simplemente porque sí. Y voila! ahí estaba, la tímida Torre 1 que se asomaba en la curva. Detuve a mi bólido y le tomé esta foto. Justo ahí, donde siempre nos espera, al cuidado de la parte sur del bosque, flanqueada por el valle del poleo y la alta planicie del silencio. Así en silencio, vigilante y temerosa ante el rumor de la ciudad que a mis espaldas empezaba su habitual desparpajo de los viernes. Bien por ella, que ahí se queda, disfrutando de su aún esperanzadora vista de los lejanos valles del sur, mientras yo doy media vuelta, monto a mi bravo corcel, y cual Quijote, me enfilo para luchar con mis propios molinos de viento.
Ro