Una fresca mañana que me sacó de la rutina, subí una torre y luego me dejé llevar para dónde mi baika parecía que quería ir… Cómo lo supe? No sé y no creo que sea el tema de estas líneas.
En esta ocasión simplemente dejo unas tomas…
De un bosque que es silencioso, que es sencillo y majestuoso en su humildad. No se deja ver pero ahí esta, desde hace años, rodeándonos sigiloso y hasta temeroso. Él es paciente, sabe que cuando vaciemos los pozos, destruyamos los campos nos iremos y el podrá de nuevo surgir, como lo ha hecho a través de los miles de años en que ha estado aquí. Tranquilo ofreciendo lo mucho que tiene para quienes quieren disfrutar de vivir a su sombra, con sus frescos amaneceres de invierno, y con las cálidas tardes del verano, pero que pueden ser soportadas entre estos árboles y sentados en las camas de hojas que forman las agujas de pinos.
Uno recorre la ruta, como recorre la vida. A veces vamos tan rápido que no nos percatamos de la belleza que tiene un específico recoveco del sendero, por el que hemos pasado decenas de veces. Iba yo por una ruta que no por nada le llamamos la “hermosísima”. Me detuve en un punto tal que me quede pasmado. Y el universo me regalo 5 minutos de silencio. A pesar de que desde que arranque la rodada de este día me había topado con muchos otros ciclistas, esos 5 minutos fueron solo para mí y el bosque, el silencio apabullante que hasta silencio a mis pensamientos, que regalo.
Ahí estábamos mi bici y yo, en silencio, tratando de absorber toda la belleza que había amanecido ya para nosotros. Y ambos tratando de pasar desapercibidos, así como escondiéndonos, para que el propio bosque siguiera su despertar sin que nosotros fuéramos alguna molestia para él y todos los que lo habitan y viven de él. Cuber ahí silenciosa, descansando, relajada tomando ánimo para continuar nuestro derrotero.
Agradecí al universo, reacomode mi buff, mis guantes, mi casco, los lentes y monte de nuevo mi bicicleta, para continuar la ruta. Ahora más pleno, más tranquilo, más contento, con más energía, con menos estrés, menos presiones, menos “grumphy faces”. Sonriendo en mis adentros y con recuerdos geniales de una ruta más, tan diferente y tan similar. No me cansare de seguir subiendo y bajando sus colinas, como los amantes que nunca se cansan de amar… Paisajes que ahora habitan no solo en mi memoria sino que alimentan mi espíritu.
Y así, hasta una “selfie” me merecí… sigamos rodando!
Muy emotivo tu post Ro, felicidades por saber disfrutar de los regalos de la madre tierra.
Wow!!! mi Ro, Doble Estrella por las lineas que escribiste en este post. Esperemos que tu boca sea de profeta y este hermoso y magestuoso Bosque trascienda mas alla de nuestras limitadas vidas y logre sacudirse (como los perros las pulgas) a todos aquellos que intentan acabar con el. Espermos k nuestros hijos sigan escribiendo sobre historias sobre lo que en ese bosque acontese y lo que les regala a quienes lo cuidan y lo veneran.
Saludos
FerS