Domingo, 24 de marzo de 2019. La cita: 7:30am en Portezuelo, al oriente de San Luis Potosí, capital. Uno, cinco, diez, cuarenta, noventa, más de cien ciclistas… presente!
Bajo un espeso banco de niebla, alrededor de un centenar de ciclistas nos fuimos abriendo paso por las calles aún silenciosas de Portezuelo (ya vio don Ruben, empezamos con su sugerencia…)
Que sensación de júbilo es ser parte de la organización que convocó a más de un centenar de colegas ciclistas de montaña en domingo, antes de las 8:00am de la mañana. Desde niños, niñas, jóvenes adolescentes y otros no tan jóvenes, pero aún adolescentes. También habíamos los “adultos contemporáneos”, los experimentados seniors y alguno que otro al que no se le distinguía la edad.
Cuarta edición de la rodada “interclubes”. Ahora correspondió a los Lizzards ser los organizadores y anfitriones de este loable evento lleno de la buena vibra de docenas de ciclistas que me recuerdan la esencia de esta actividad que es más que un deporte, esto es también una forma de ver la vida, un estilo para vivirla al máximo!
Esta rodada no empezó el domingo, creo que arrancó hace algunos meses, cuando Toño y Ruben coincidieron con otros “voceros” de otros grupos y dieron a luz a esta idea de reunir a los ciclistas de montaña en San Luis Potosí y compartir rutas entre los grupos. Y luego, hace unas semanas cuando algunos Lizzards nos dimos a la tarea de definir la ruta que compartiríamos y dirigiríamos. Se trataba de basarnos en una ruta “emblema” de Lizzards, así que por fuerza sería una que nos llevara a La Morena. La ruta se definió modificando sólo un poco la ruta, para resumir algunas subidas muy empinadas y una que otra bajada técnica. No se trató de renunciar a algún tramo, sino de ofrecer el mejor camino para TODOS. Porque así es el ciclismo de montaña, inclusivo, apoyo entre todos. Hay competencias, si, siempre las hay. Pero es en estas rodadas en donde hasta los más aguerridos saben recordar lo que es fundamental cuando rodamos en la montaña. Rodamos para disfrutar y aprender a compartir con la misma tierra, con el bosque y el desierto, con el sol y las nubes, con nuestro sudor y la voz de apoyo del amigo o amiga; la dicha de estar vivos y poder compartirlo con otros. Hemos aprendido a estar ahí por si se ofrece, dar ayuda y ofrecer nuestra experiencia para que todos vayamos mejorando y aprendiendo, porque acuérdense, ya nos ha tocado también pedir ayuda y que alguien pase diciendo: “Todo bien?” – y se detenga para ofrecer su ayuda.
Es así como esta hermandad fue fluyendo en la ruta, y fuimos compartiendo unos con otros, alguna palabra, algún consejo, las herramientas, si se ofrecía. Y sobre todo el gusto Lizzards de compartir esta ruta que ya no será exclusiva (nunca lo fue) de nosotros, uno que otro la conoció por primera vez y quizás la haga también suya.
Llenamos de color el llano. El valle de la Cuesta, generalmente terroso y solo con destellos verdes, se vio envuelto en un arcoiris de jerseys y bicicletas que daban la impresión de gritar a todo color.
Levantamos polvo, tan sólo para que una vez pasado el último éste se volviera a asentar y nuevamente el silencio se adueñara del camino, dejando simplemente la huella de decenas de bicicletas como marca en la comarca.
Compartimos el tentenpie en La Morena, ese villorrio que nos ve pasar muy seguido y nos hidrata con un refresco o una cerveza de vez en vez. Por unos minutos se convirtió en el polo del MTB en la zona centro de San Luis Potosí y más de algún poblador se asomaba asombrado al ver que la población se había multiplicado quizás al doble de la habitual. Pero lo mejor fue sentir la camarería en la calle principal de la Morena. Si bien se distinguían los diferentes grupos de ciclistas, no era extraño ver como de uno a otro iban ciclistas para saludar a los colegas de otra “tribu” ciclista. Eso es también parte del espíritu del MTB, somos muchos, diferentes quizás pero unidos por el mismo espíritu. Alimentados por los mismos gustos y ánimos de rodar, de compartir, de apoyar, de estar!
Muchos descubrimos nuevos pasos, otros las volvimos a conocer la ruta. Unos encontramos a viejos amigos, no vistos hace tiempo, otros renovamos la amistad y otros fortalecimos los lazos con su propio grupo. Alguno aprendió un nuevo tip para rodar; otro lo ofreció sin chistar.
Fuimos abriendo paso en la neblina tempranera, soportamos con buen ánimo el sol que se portó amable aún al estar pleno sobre nosotros, acompañándonos desde su palco. Sorteamos un primer tramo de pavimento, subiendo y bajando columpios, superamos la arena suelta, como fuera, pero la superamos. Tomamos velocidad cuando el camino no regalaba una bajadilla y pagamos el esfuerzo para subir alguna cuesta.
Practicamos la paciencia en el tramo estrecho donde uno que otro se animó a bajar los escalones dándonos certeza de que en algún momento, si así queremos podemos lograrlo también otros.
Y lo mejor al final de la rodada creo que vi una sonrisa en los ciclistas de los que pude despedirme. Unos conocidos, otros no. Sin importar el color de su jersey o el tipo o marca de su bicicleta, todos fuimos uno durante unas horas, ciclistas de montaña, unidos por el simple y gran gusto de rodar!
El narrador