Entre pasado y futuro

Fresca, una senda que se esconde bajo una capa de hojas no muy viejas. Mi memoria y la tenue huella de otros que han cruzado antes me permite guiarme a través de este paraje boscoso, afortunadamente poco frecuentado por estar un poco más retirado de lo que la mayoría de mis colegas están dispuestos a recorrer.

Me detengo un momento. Cierro mis oídos, tapo mis ojos a la luz y simplemente escucho, palpo con mis labios los aromas de ese rincón, saboreando lo que queda de la lluvia nocturna y el rocío de hace unas horas que parecen flotar silenciosamente entre los árboles.

Abro los poros de mi piel para absorber esta humedad que me rodea, quiero grabar en lo profundo de mis células esta sensación para traerla de nuevo en las semanas siguientes, cuando regrese a las rutas a la puerta del altiplano, rodeado de sol, cactus, piedras y mezquites. Para que la nostalgia no me impida gozar de la tierra dura y las piedras filosas.

Si, puedo sentirme afortunado de poder rodar en tan dispares lugares y descubrir la magia de cada uno. Gozando del común denominador que es pedalear y esforzarme por mantener el equilibrio sin importar el entorno, tener esa capacidad de soportar el frío, el fresco, la humedad, el calor, la brisa o el sol que cae a plomo.

No importa si el sudor se evapora en minutos o se disimula en el rocío que impregna mi piel, en ambos casos mi corazón late con fuerza, los músculos se tensan, mis ceño se frunce y mis dientes rechinan al empujar los pedales para sortear una cuesta; y luego mis brazos se entornan, mi espalda se inclina y mi cadera va para atrás del sillín, para tomar la postura de ataque a la bajada. Y concentrarme en tomar la curva con velocidad y a la vez controlando a mi bicicleta que emocionada va tomando velocidad a cada metro que baja.

Vamos, vamos!!! eso me grita. Y yo con ella voy bajando de la ruta de “brujitas”, entre piedras filosas y escalones simulados que me recuerdan mi desierto potosino, y descubro que veo pinos vestidos de cactus, robles como mezquites, se entremezclan los recuerdos y la realidad, en una relatividad que me hace viajar entre el bosque y el desierto, en un mismo espacio y tiempo, porque no importa donde ruede, no importa que suba o baje, la bicicleta es el vehículo que me traslada entre los espacios, voy creando mi presente con hilos del pasado y del presente… sin dejar mi realidad de lado, simplemente haciéndola más real.

Ro

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