Luego de treparme a mi bicicleta, el mundo de repente parece tan chico. Todo está a mi alcance, la transitada avenida, la plaza o la tiendita de la esquina. Una colina conurbada a la ciudad, un valle escondido a unos metros del camino. Además de los lugares, también la cara amable de algún conductor que pudiera estar recordando su parte humana y que me devuelve la sonrisa cuando le aviso que voy a pasar a un lado de su auto, hacen que la cordialidad esté al alcance de mi mano. Cuando voy banqueteando, porque no es seguro rodar sobre una calle de doble sentido o una lateral del periférico sin ciclovía, y me detengo para que un transeúnte pase a mi lado sin temor, y me da las gracias, nos quedamos con el mutuo “buenos días” y seguimos nuestros caminos. Ahí veo muy cerca la agradable convivencia con mis congéneres.
Ahora, con los GPS en tu celular, con las aplicaciones que registran tu ruta, con los visores de tus recorridos, he descubierto que en ocasiones uno recorre mucha distancia en su bicicleta… bien pudiera haber recorrido mi ciudad de punta a punta en alguna de mis rutas cuando he ido a atender algún pendiente trepado en mi bici. Me sorprendo de ver el trazo de mi ruta en el mapa electrónico de mi aplicación y me maravillo al descubrir lo relativo de las distancias cuando andas rodando en la ciudad. En una salida, bien subes calles empinadas, cruzas por un parque, bordeas un atorón de tráfico y cuando tú llegas de regreso a tu oficina o a tu casa, seguramente los conductores todavía están empantanados en la congestión vial.
Recuerdo cruzar por calles tranquilas a dos cuadras de un congestionamiento, pasar por el barrio en el que crecí, ver como la tienda a la que iba hace algún tiempo ya cerró, o como la casa de aquella esquina es ahora un colegio. El otro día hasta por puro gusto, me detuve a tomar un café, antes de llegar a una junta ya que yendo en la bicicleta, primero; no tenía que preocuparme por buscar estacionamiento y segundo; llevaba como 40 minutos de adelanto, ya que el tráfico no me había atrapado.
Y no es cuestión de ser un atleta, o de ser un deportista nato, es de aprovechar la ocasión de no llevar chiquillos o ir cargando fardos, es aprovechar que aun puedo mover mis piernas y pedalear. No es algo que este fuera del alcance… no siempre llevamos hijos a la escuela, no siempre tenemos que ir cargando cajas en la cajuela, a veces basta pedir prestada la bicicleta de nuestros hijos o hijas e ir por las tortillas o el bolillo… ojo: se puede pedir una bolsa con “asas” y colocarla en el manubrio. Podemos ir a la “tiendita de la esquina” en donde aceptan pagos bancarios… no esta tan fuera del alcance… y en la bici, puede uno aprender a amarrarla a un poste e ir a la peletería o el puestecito a la entrada del fraccionamiento y comerse, una paleta, una nieve, un elote, y luego regresar a casa… ¡y sin usar el auto! De veras… se puede.