Conociendo Cerro de San Pedro

De repente pudieran parecerse los caminos entre una tierra y otra. En esencia son la misma base. Veredas trazadas por incontables pasos, por sin número de recorridos antes de que nosotros pasemos. Lo que les da vida y anécdota es el que seamos precisamente nosotros los que pasamos por ahí en un determina momento. Y también con quién los recorremos.

El sendero que es terroso, espinoso y a veces pasa factura, cómo en esta ocasión que le cobró a una de las compañeras de rodadas y obligó a que el grupo nos detuviéramos unos minutos para reparar la llanta. No son momentos desperdiciados, son oro molido para reforzar los lazos en el grupo, completar el paso de información (es decir, los chismes) y recordar o renovar las anécdotas que recordamos con el incidente en cuestión.

 

 

Luego de un rato de estar rodando entre cáctus, tierra seca, piedras que parecen caminar durante las noches y colocarse en el punto más estratégico para que nos recuerden que hay que estar atentos al camino, llegamos a un pequeño poblado, que fue una parada de reabastecimiento.

Continuamos otro trecho en avanzada Ricardo y yo hasta que decidimos que había que esperar a los demás. Una bifurcación que para estos ojos novatos parecía como cualquier otro punto en el trayecto, aunque aquí había silenciosas cactáceas gigantes que me observaban con curiosidad, quizás porque mi bicicleta aún olía a polvo de otra tierra, de otros cerros, de bosques un poco más sombreados.

Continuamos la rodada y me seguí maravillando con la majestuosisdad de estos parajes abiertos, horizontes lejanos, cerros cubiertos no de los árboles a los que estoy acostumbrado, sino a tachones de arbustos y mezquites, de cáctus de todos tamaños y formas, y ahí en medio se ve esa delgada línea de tierra apisonada que sólo el abuzado puede encontrar para poder seguir y llegar al siguiente pobaldo, Capitán Caldera.

Reagrupamos nuevamente y decidimos armar dos grupos, los que nos anotamos a tomar carretera, y los que se aventuraron a atacar de frente el cerro que domina el poblado para vernos del otro lado luego de una bajada llena de adrenalina por un sendero de tierra blanca, piedras móviles y polvo que levantábamos al bajar hacia Cerro de San Pedro, la cuna de la ciudad de San Luis Potosí.

Así fue mi primera gran rodada por estás tierras… 35 kilómetros que se conviertieron en 50! No cabe duda que el lenguaje entre los ciclistas montañeros es el mismo en todos lados así como éstas “mentirillas” sobre todo cuando hablámos de distancias, jeje

Pero son “minuencias”, que bien se pasan sobre todo al ir conociendo a nuevas y nuevos amigos de rodadas y vamos comprobando que somos todos tejidos con los mismos hilos, rodemos donde rodemos, en la montaña boscosa, en la selva tropical, a nivel de mar o en estas latitudes semi-desérticas. Un biker es un colega, es un amigo, es alguien a quien confío mi vida y mi rodar ya no sólo durante esos minutos u horas de rodada, sino se convierte en un apoyo para los antes y después, sabiendo que padecemos todos de esta hermosa locura que es rodar!

Ro

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