Un viernes escarchado…

Así es, podemos recibir regalos como esta más comúnmente de lo que nos imaginamos, la cuestión es hacer ese pequeñito esfuerzo extra y salir de la cama más temprano de lo acostumbrado. Y bueno, tal vez esperar a no tener que llevar a los chilpayates a la escuela, o acomodar el horario para aparecer una media hora más tarde en la oficina… que al cabo, que nos quede claro… nadie es indispensable… los pendientes y los quehaceres ahí seguirán.
En fin, esta vez lo logré y a las 7:15am estaba en postes, a la entrada del Bosque de la Primavera (a un par de kilómetros de la “civilización”. Ahí estaba ya el Rober y sin detener el pedaleo iniciamos la subida al 8 ½. Sus buenos 5 grados centígrados según el termómetro, nos daban el impulso para no aflojar el paso y agarrar calorcito con cada metro que avanzábamos… yo creo que si bajo al menos otro par de grados la temperatura al llegar a la planicie del 8 ½, y si no, así nos lo hacía sentir el vientecillo que nos recibió… brrrrrrrrr (aunque el estilo zapatista ayuda… ver foto).

Enfilamos por el camino “ancho” y seguimos a un compa corredor que tampoco cejaba en su trote, hasta que el dio media vuelta y regreso a ritmo por el camino que le había traído hasta acá… nosotros avanzamos algunos kilómetros más y nos adentramos en la ruta “la hermosísima”. Les debo las fotos, mis dedos estaban algo “tiesos” y no pretendía perder la cadencia y el calorcito que me daba el pedaleo… pero es una ruta, “senshillita” dirían los ches, pero con un poco de todo, subidas, bajadas técnicas, y lo mejor, unos paisajes sacados de la visión de gnomos y hadas, pequeños rincones del bosque, cubiertos de pastos bajos, rocas acomodadas como a propósito para que tan solo las ruedas pudieras circular apenas, ramas de árboles que se inclinaban en el ángulo preciso para dejar pasar tan solo la cantidad de sol necesaria para ir despertando a los pájaros que canturreaban a la sombra de los troncos…

Excelso regalo matutino, que se complemento al terminar ese recorrido con una visión traída de un rincón boreal… los vallecitos que bordean el camino ancho cubiertos con una fina película de hielo, semejando una mini-nevada que cubría la yerba seca, la tierra durmiendo su sueño en víspera de una siembra dentro de unos meses…
Los primeros rayos del sol reflejándose en esas micro gotas congeladas durante la noche…  Como dice un buen amigo, a la espera desde el inicio de los tiempos a que este par de bikers cruzaran por aquí y lo disfrutaran, un viernes como otros, pero por esta vez, tan diferente a lo que hubiera podido esperar…

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