La ruta nos llevó entre bosques de pinos y encinos, nos acercó al cielo y nos mostró el regalo que es ver una montaña orgullosa y nevada.
Nos hizo pagar al sol nuestra osadía de atravesar terrenos de arena blanca donde aún el más aguerrido tuvo que agachar la cabeza y mostrar respeto al sol. Los imprevistos y el cobro que a algunos de nosotros nos hizo la celosa baika apresuró cambios en la ruta que no son sino la espinita para volver y continuar el camino en donde esta vez quedó, y por qué no? Tal vez un poco más.