No importa donde

En el verde profundo
En medio del bosque, el vaivén del rodar…

Hay que rodar. Por qué? Sencillo, el ser humano esta hecho para moverse. Por más que el mercado, la tecnología, “los otros” nos convoquen a que quedarse en casa, a viajar virtualmente en la “comodidad del hogar” con lentes “3D”  que sólo ciegan los sentidos al universo. La realidad es que nosotros como seres humanos necesitamos estar moviéndonos, caminando, corriendo o qué mejor? Rodando. Subirte a la bicicleta te brinda la opción de llegar lejos, descubrir nuevos lugares, encontrarte una vista que ya habías “visto”, pero que no habías observado.

Rodar te sumerge a las entrañas de los bosques, hace que te abras paso entre árboles, a través de veredas, vas sintiendo el fresco del rocío que se va evaporando con el paso del día y al final, sin darte casi cuenta descubres tus pulmones más limpios y tu mente más clara a nuevas ideas.

 

Cruzando la laguna seca, un desierto para encontrar el infinito

Rodar también te puede llevar  a recorrer parajes sin árboles, senderos blancos en donde el sol se regodea de deslumbrarte y bañarte con su luz y su calor por arriba y trabajando en conjunto con la tierra, reflejarte ese calor y esa luz desde abajo. Te tienes que concentrar en escuchar a tu propio cuerpo, en sentir cuando necesitas ese sorbo de agua, ese estirón de piernas, de brazos, para no acalambrarte, no deshidratarte. Puedes descubrir la magnificencia que nos rodea, espacios abiertos hasta donde alcanza la vista, quizás algunas colinas en la lejanía, y arriba, aparte del sol, quizás nubes tímidas y un cielo azul que si te pones a pensar, no es un techo, es nuestro enlace con el universo que se extiende allá arriba, hasta la eternidad!

Así que no importa donde ruedes… pero rueda!

Ro

 

 

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