Que razón tienen los que dicen que rodar es mucho más que subirse a una bicicleta y pedalear por ahí…. El otro día descubrí que la bicicleta bien podría ser un medio… no, más bien un instrumento (cual instrumento musical…) para reducir el caos de nuestras ciudades. Y no fue por otra cosa que por ir rodando en la calle y cruzar una frase con otro colega ciclista. Iba “bajando” por Mariano Otero (una de las importantes avenidas de esta urbe), de la periferia al rumbo de Chapultepec cuando alcance en un semáforo a este colega… “Ahí vienen, más vale adelantar ¿no?” Y eso fue suficiente para establecer una charla en tránsito. Compartiendo aventuras sobre ruedas, opinando sobre las ventajas y los riesgos de nuestra aventura diaria de rodar por las calles que en muchas ocasiones no hacen sino sacar lo peor de nosotros, como ciudadanos y conductores.
Y este casual evento es algo muy recomendable, no sólo por compartir anécdotas, sino por disfrutar de la compañía de este anónimo conocido, establecer esa conversación de inquietudes, del gusto por rodar, de esquivar el bache y ese leve movimiento de cabeza con el que me cedía el paso para poder rebasar a un taxista que se detenía unos metros más adelante, o adelantar al mismo tiempo al camión por la izquierda mientras se paraba para subir y bajar pasaje…
Rodeamos a toda velocidad la glorieta de Abastos, bajo la sombra de los lentos del milenio… no, no los autos… sino los arcos que más bien parecen lagrimas de una ciudad ofendida… pero en fin… eso es materia para otro blog. Como decía, rodeando esos “arcos” nos dimos cuenta que aun hay esperanza en la caótica ciudad. Una joven en una camioneta nos cedió el paso… si, así fue. Otra anécdota más, seguimos “bajando” hasta llegar a Chapultepec, donde yo ya me desviaba a mi compromiso y este colega anónimo se seguía para llegar a alguno de los cafés de la zona y esperar el paseo nocturno al lado de algunos cientos más.
Que dicha, poder compartir unos minutos, poder saber que es posible, conocer a alguien, no discutir por si te doy el paso o no, no jugar carreritas, no buscar quien es mejor, simplemente acompañarnos y entre los dos, hacer ver a la demás masa anónimo detrás de sus volantes que uno puede estar contento mientras cruza por las calles, porque esas si que las recuerdo, nuestras sonrisas mientras oíamos las aventuras de uno y otro, y afirmando creer que lo que hacíamos esa tarde es una opción viable para madurar como ciclistas, como ciudadanos y como ciudad.
¡Hasta la próxima!
Rogelio