Rutas hay muchas, nombres aún más.
Hace unas semanas tuve la oportunidad y el privilegio de rodar una emblemática ruta en bici de montaña, en compañía de una treintena de otros aventureros… o locos, depende a quién le pregunten. Entre pequeños y alargados valles. Subiendo y bajando cerros, cruzando la cordillera, la meritita Sierra Madre Occidental. Paisajes que nada piden a los más afamados directores de fotografía, y que llenaron mi mi alma con el orgullo de ser hijo de esta tierra, de gozar este plano de mi existencia entre sierras de pinos y cañadas de humedales y ríos que serpentean como sensuales amantes, acariciando con pasión la base de las montañas… aunque lo último que sentí fue caricias, y no por eso no lo goce, je je.
Voy a tomar prestadas unas fotos de Chuyo Lopper, ya que por cuestiones técnicas yo no pude tomar fotos luego de los primeros cruces… jeje.
Cruzando arroyos que se convirtieron en ríos y cayendo en pozos ocultos por la misma corriente.
Trepando colinas para sortear al caudaloso río, caminamos senderos de mulas y vacas.
No sé como ellas logran caminar por aquí, en donde en ocasiones el ancho del sendero era solo un poco más ancho que una de mis pisadas. Íbamos la treintena de ciclistas como malabaristas de circo llevando a la postre nuestras propias bicicletas, a veces al vilo, a veces jalando, otras al estilo del crucificado… pero al final todos con la confianza -simulada o no- en nuestros guías que al final nos llevaron al camino trazado, que nos debería de llevar a nuestra primera meta en este paseo de dos días.
Pero antes, luego de una de las mejores muestras de lo que es rodar en equipo, de lo que es rodar en la montaña, cruzamos al río que nos había estado acechando desde kilómetros atrás. Y de esto de hacer equipo, el ciclista de montaña si que sabe. Es una parte íntegra del ciclismo de montaña, hacerse uno entre todos, no es batallar contra la naturaleza, aunque sí, tienes que hacerte fuerte para estar a su altura. No se trata de domarla, sino de hacerte uno con ella. No venimos a destruirla, venimos a honrarla, a aprender de ella, a contemplarla en activo! Es encontrar la manera de junto con ella superar el obstáculo y lograr completar el reto que tenemos, nosotros de sortear los paisajes y de ella de mostrarse majestuosa pero noble, firme pero generosa… en la foto, Chuyo, creo que capto la esencia… Aquí se hizo la cadena, para ayudar a pasar las bicicletas de los que veníamos, primero levantando las bicis sobre el agua hasta cruzarlas al otro lado, y luego como esos juegos mentales, irnos apoyando cada uno para que nadie quedara del otro lado o que se lo llevara la corriente.
Así fuimos acercándonos a la meta del día, completando más metas de las que teníamos pensando, nos íbamos conociendo con cada kilómetro rodado, en ratos como pelotón, en otros como la serpenteante cadena de colores mientras nos extendíamos a lo largo de cientos de metros, en otros siendo motas de colores cuando cada uno iba tomando un propio ritmo hasta alcanzar a otros o ser alcanzado. Íbamos descubriendo el camino mientras nos íbamos también conociendo a uno mismo…
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