Recordando una mañana, por la tarde…

Posiblemente estas ideas ya las he plasmado antes, quizás las mismas palabras han brotado de mi alma en un orden parecido. No importa mucho, porque a fin de cuentas es un hecho irrefutable, no soy el mismo de hace un año, ni siquiera el mismo de hace un mes … esto es tan claro como ver el odómetro de mi bicicleta, que ahora marca casi 2,000 kilómetros desde la última vez que lo reinicié por error 😛

Siento ir flotando y a la vez yendo tan pegado a la tierra… voy por la misma ruta que he rodado tantas veces, (la mosca en el Bosque la Primavera), y hoy es diferente a la última. Es subir hasta acariciar las nubes, a las que sorprendemos aun adormiladas, enredadas en las ramas de las cimas de las colinas que nos hacen jalar aire para treparlas, sorteando escalones y bajantes que la última lluvia ha creado a su capricho.

El aire aún esta en calma, retazos de un invierno que aun no llega nos acompanan cuando salimos disparados cuesta abajo y embalados salimos a un pequeno valle alargado que por ventura esta ahí colocado, o más bien, está como pintado para servir de marco inagotable de verdor en esta mañana de verano… pero hoy no traigo cámara y con todo bajo la potencia a los cambios de mi bicicleta para trepar la siguiente subida, y enfilarme al resto de la rodada…
Otra vez en estas intrincadas veredas y brechas, con ramas vencidas por el peso del agua de la lluvia nocturna que me acarician el rostro y humectan mi piel ya despierta hace algunos minutos cuando el sol asomaba tímido en la bruma.

Así llegamos nuevamente al “camino ancho” que nos lleva de regreso al punto de arranque. Y nuevamente luego de una hora y media mágica, en el mismo camino, tan diferente como siempre, me dirijo a la ciudad, con la sonrisa en mi rostro, con el lodo en mi bicicleta y con el frío y el sudor jugueteando en mi piel.

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