No soy un gran aficionado al mar, yo prefiero ir a la montaña que llegar al calor, la arena, y la sensación pegajosa de las playas septentrioniales de México, pero no he negar su magia y la de los pueblos que viven ahí justo en donde revientan las olas y las aves no cesan de volar y cantar, chillar o graznar… A una de esas paradisiacas playas fue que me llevo mi deseo de rodar al nivel 0 msnm… y bueno… en esta competencia fue como si fuera cargando una cobija sobre mis hombros mientras voy rodando, así me sentía. Acababa de salir de la “jungla”, un tramo de un par de kilometros a lo más, de la pista en la carrera de Sayulita. Rodando al nivel del mar, que buena aventura. Y con ese saborcito especial que le da participar en una competencia. Si, aunque uno llegue diciendo que no buscas podio, sino simplemente terminar, siempre es contagiosa la emoción, la adrenalina me acelera el corazón, me presiono a mí mismo por dar ese poquito más y claro, me frustro cuando alguien me pasa. Salen de inmediato las excusas, “yo solo vengo a participar”, “mi trabajo es en oficina, ya de menos vengo”, “esta chica ha de entrenar cinco horas diarias”… ja ja ja, en fin, cuando por fin dejo de tirarme jitomatazos a mi espíritu y yo mismo me limpio los improperios, vuelvo a concentrarme… y a retomar mi relato en donde había empezado…
Aunque tu que lees puedas no creerlo, así sentí yo rodar esos tramos a pleno rayo de sol, y eso que eran ya pasadas las 5:00pm, entre Sayulita y Punta Mita. Y como lo decía, acababa de salir de la sombra de la zona de “selva” para sentir en la espalda como el sol parecía estar tan emocionado con nuestra competencia, que lo sentía como si estuviera de “caballito” sobre mi espalda. Pero no había tiempo de lamentos o más trenes de pensamiento, veía allá adelante otros cinco o seis ciclistas, como motas rojas, azules, blancas… moviéndose en la vereda que iba elevándose, tan sólo unos metros, pero me parecían media torre de mi bosque… no quedaba más que apretar
mi pedaleo, estirar mi espalda, sujetar el manillar y volver mi vista a mi rueda para entre resoplidos y bufidos esforzar mi maquina para soportar al solecito que seguía encantado encaramado en mis hombros…
Pero que delicia llegar al final de esa pendiente y escuchar las voces de ánimo de los “hidratadores”, y las preguntas “quieres agua?” “quieres powerade?” “te hecho el agua en la cabeza?”… sus palabras y los líquidos son la mejor porra que podía recibir, y aunque con una mueca en mi rostro, iba yo contento, por estar ahí, por haber llegado, por estar compartiendo este reto con otros locuaces como yo, por estar departiendo desde antes de la salida del sol con viejos conocidos, como el Menguele, el Rober, el Oscar, Victor, Rommel. Y otros nuevos conocidos y ahora amigos y amigas como Carmen, Marce, Alex, Monica, Paco…
Ahí iba, el 254, queriendo encontrar la meta, pero para eso aún me faltaba una vuelta… pero a cada pedaleo que daba, me decía a mi mismo, “ya casi, casi”, “esto que estoy pasando en la pista ya sólo hay que pasarlo una vez más y se acabó”… “vamos, vamos”… y escuchaba el “pista!”, “vot por derecha!”… que me traía de nuevo al trayecto, y sin darme cuenta, ya el solecito se había bajado… el muy canijo si se sentaba a descansar, ja!… no quería estropear su brillo bajo las ramas verdad? Pues que mejor, ya voy entrando en la zona de arbolillos sin hojas, solo ramas y espinas que “cariñosamente” me dejaban algún recuerdillo.
Voy de nuevo y por segunda vez paso la meta, que chido, es ver tanta gente, tantas porras, “agua?”, ánimos, un cuarto de naranja que me supo a gloria y me renovó la energía para seguir tras esa última vuelta. De nuevo trepadita, de nuevo la recta para descansar con una porrista solidaria que esperaba a su marido pasar, creo, pero que no dudo en ofrecerme agua también… así me vería, jeje.
Luego otra subida, otra recta, más subida de colina, para luego sumirme en el lecho del arroyo, que aún no lleva agua, sólo unos cuantos charcos lodosos que le ponen sabor al sopor de esta micro-jungla… nuevamente el páramo, pero no el de Juan Rulfo, sino el de esta Riviera, que me tiene a un par de kilométros del oceáno… pero ah canijo! El solecito ya se ha bajado lo suficiente para dejarme rodar ligero, y así paso ya los puestos solitarios, escuchando mi respiración únicamente, mi mente que ya cansada, me deja rodar en paz… y ahora si, a mi propio ritmo, disfrutando la rodada. Y sintiendo que ya mi meta, mi reto cumplido se acerca al fin!
Muy bien mi Ro, muchas felicidades, la caracteristica de un ciclista de hueso Colorado no creo que sea el siempre llegar primero si no el llegar siempre al final, a la meta al objetivo venciendo nuestros propios chamucos, llamesele fuerza de voluntad o como quieran, esta es una de la caracteristica que nos distingue y que se transpira aun fuera de las rodadas.
Saludos y Felicidades