Quien marca el camino

Vamos caminando, unos más rápido, otros más lento. En momentos parece que todos vamos por un mismo camino, hasta acarreados parecemos. Pero ni con nuestra pareja, con los grandes amigos vamos en la misma senda. Si lo piensan bien, cada uno de nosotros va por su propio camino, único e irrepetible. Podría decir que es intransferible también, aunque ciertas mamás o papás se empeñan porque los hij@s sigan por donde uno iba.

¿Así que quién marca el camino? Hace unos días fui a la puerta de la sierra, Atemajac de Brizuela. Mi primer objetivo era saborear un pajarete, delicioso, para variar (curioso que es la única leche de vaca que realmente me cae bien). De ahí en delante, todo era sin planificar. ¿Rodar a Chiquilistlán sin conocer el camino?, ¿rodar a Ferrería de Tula y regresar?, ¿extender la rodada hasta Juanacatlán?, ¿rodar la ruta conocida como la perrona, con el riesgo de lodo pegajoso que me impidiera rodar al mitad?

Y así, luego de platicar con los feligreses en el pajarete, decidí que al menos, rodaría hacia Ferrería de Tula, a no más de 10 kms. Inicié la rodada en el fresco de una mañana de verano, bajo un techo de nube y cubierto del fresco aire montañés. Arribé sin complicaciones a Ferrería, y me dije, pues otro poco, nunca he rodado el tramo de Ferrería a Juanacatlán en este sentido, siempre es “de allá para acá”. Le temía un poco a la subida pero ya estando encaminado, pues no hay de otra y la subimos “piano a piano”, “lento pero seguro”…

llegué a Juanacatlán y me cruzó por la mente regresarme por carretera, sería a ritmo “quémate” para evitar lo más posible el tráfico de automóviles, pero al final me decidí por rodar otro tramo inédito, subir por la brecha de Juanacatlán a San Francisco. Siempre bajamos por un single track entre árboles, el cuál sería muy técnico para subir, así que mejor tomé la brecha camionetera, y aún así costó trabajo llegar al puerto, que domina el vallecito en donde reposa San Francisco, una ranchería donde viven no más de 20 familias, digo yo.

Inicié el descenso y con ello mi cabecita loca empezó a bombardearme con la pregunta “¿y ahora para dónde?”; ¿Nos regresamos?, ¿tomamos el camino conocido que nos llevaría al Mirador? o, como al final decidí ¿Probamos por la vereda que se supone nos sacaría en la terracería que nos llevaría al Ecole y de ahí al libramiento de Atemajac?

Hace unos días había visto en Google Earth una vereda que parecía unir ese poblado de San Francisco con el camino de Atemajac al Ecole, sin rodear hasta el Mirador y este parecía ser el día ideal para probarlo así que no sin dudas, enfilé por una brecha que me pareció era la indicada… inicié ahora si, una exploración de una vereda que no conocía, bordeé un par de valles hermosos (Suiza los querría…), superé un par de colinas y esquivé algunas trampas de lodo. En cierto punto, me topé con un habitante de la zona que cruzaba un lienzo – Buen día!, ¿este camino me saca el ecole? – El ecole, uhm… si bueno, ahí cerca de la presa…-  “Gracias”.

No estaba perdido, aún sin saber en dónde estaba, la presa también esta por la brecha a la que iba a llegar…así que continué y aunque no sabía a ciencia cierta a donde llegaría, sabía que iba a llegar.

Y así fue, cruzando una zona densamente poblada por encinos y pinos, salí a una puerta que lindaba con la brecha. Ciertamente estaba todavía a unos 2 kms del ecole (10 de Atemajac), pero era la brecha que estaba buscando, así que brinqué la puerta y enfilé por el camino de terracería, para regresar a mi punto de arrranqué luego de una rodada de 4 horas aproximadamente.

Hermosa rodada, aleccionadora ruta, recordándome que rodar es re-descubrir caminos a cada vez. Que aunque los caminos están trazados en su mayoría, siempre habrá nuevas veredas por descubrir, o que ese mismo sendero que uno tanto ha rodado, siempre será diferente, porque cada uno es diferente a la última vez, tu bicicleta ha cambiado también, tendrá otra llanta, otro ruido, otra pieza…

Así es esta vida, a final de cuentas cada uno va por el camino, día a día, caminarás las misma banqueta, conducirás en la misma calle, pero eres diferente a cada paso. No puedes decir que sigues el idéntico camino de alguien más, así cómo nadie sino yo, fue quién pedaleó la ruta que hice. Podremos coincidir en momentos, en lugares, pero es nuestra responsabilidad decidir el camino que vamos trazando,  disfrutarlo al máximo, sea que lo conozcamos o, que vayamos con ese temorcito de no saber que viene después. Finalmente podrás recordar con gusto y valorar las decisiones tomadas, sin calificarlas como “malas” o “buenas”. Son tus decisiones y quizás como a mí, te regalen recuerdos que quedaran plasmados en tu alma y algunos en una toma como estás:

El camino a Ferrería, cubierto y fresco
la presa de Ferrería de Tula, el silencio en el bullicio
Un rincón de paz
Ella, protagonista de la aventura

 

 

 

2 Replies to “Quien marca el camino”

  1. Muy padre Ro,
    Felicidades por seguir plasmando las imagenes y pensamientos en palabras. Completamente de acuerdo en que cada quien recorre y define su camino a cada momento.
    Un abrazo

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