Iba rodando

Iba rodando, no importa dónde, no importa cuándo. Quizás es mejor que no se sepa ni el lugar, ni el momento. Simplemente me encontraba disfrutando una rodada más, unos minutos enfocado en mantener el equilibrio arriba de las ruedas, sorteando piedras, raíces, zanjas. Manteniendo un ritmo de respiración justo para tomar oxígeno y soltarlo con la agitación suficiente para que mi corazón bombeara la cantidad precisa de sangre a mis músculos. Inclinándome en momentos, levantándome sobre los pedales en otros, buscando la exacta relación entre las velocidades traseras y el avance delantero de mi bicicleta. Concentrando mi atención en la traducción que hacen las ruedas del terreno que voy pasando…

Iba rodando y entonces escuché un ruido fuera de lugar. Bueno, pareciera de inicio fuera de lugar pero en realidad no lo era tal. Simplemente fue un sonido que no había producido mi rodar, primero pensé en alguna piedra rodando, o un perro por ahí cruzando. Pero ni lo uno ni lo otro fue. Se trataba de un par de venados, corrían en sentido contrario al que yo iba, fuera del camino. Sorprendido, maravillado, entusiasmado, disminuí la velocidad y en fracciones de segundo repasé mis bolsillos con la mente, no traía mi cámara!, y el celular, aunque lo traía, no era viable poder sacarlo, desbloquearlo y pelear con su “touch screen” para llegar a su cámara y captar la escena. En eso vi pasar un tercer venado, me detuve.

La maravilla de la vida que se busca y se encuentra a sí misma. Un instante en el que las presiones de mi día se desvanecieron, me vi a mi mismo ahí, en ese recodo del camino, bendecido con una visión única y el sabor de satisfacción, no en mi boca, sino en mi espíritu.

Fotos? están aquí plasmadas en mi memoria. Entiendo a Einstein y su teoría de la relatividad, como un instante puede ser tan diferente aún para uno mismo, cuando estás ahí envuelto en tu pasión, y esa fracción de tiempo puede extenderse más allá de las manecillas de un reloj o los “tics” de un átomo, y a la vez hay momentos en tu día que son tan rutinarios y faltos de sentido que simplemente ya se perdieron en las hebras de nuestra mente.

Así, sigo hoy saboreando esos segundos de esa rodada que parecía ser como alguna otra, y que hoy me hacen recordar que no hay rodada igual, una de otra, así como tampoco tenemos un día similar al anterior o al que vendrá, por más que nuestra eterna inercia por la rutina quiera que lo aceptemos, siempre estará de nuestro lado el propio espíritu que nos mueve a cada instante, que nos dice y nos exige a vivir cada momento, como si fuera el único que nos quedara, cada momento hemos de mantener el equilibrio de nuestra vida, porque si no, como en la bicicleta, pierdes un segundo el balance y lo único seguro es que te caerás.

Amén

Ro

 

 

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