Rodar no es cosa de uno sólo. Y no hablo de rodar en solitario o en grupo. Hay para todos y esa es una de las magias del ciclismo. Todos cabemos. Los que gustan de rodar en solitario, los que gustan de rodar en grupo. La bicicleta da para todos y entiende los momentos de cada uno.
Ya comentaba el otro día con Pepe, que los grupos tienen momentos, tienen etapas, por lo mismo de que están formados por seres humanos, son entes dinámicos y simplemente hay que estar atentos y aprender la dinámica… o más que aprender aceptar.
Es bueno cuando vamos varios compartiendo una ruta, cuando vamos compartiendo o creando anécdotas.
Es bueno cuando nos escuchamos a nosotros mismos y salimos a la aventura de descubrir un senderos o indagar si esa vereda del otro día nos lleva a donde creíamos.
Es bueno ir a la par del grupo, jalando o alcanzando, es bueno cuando nos marcamos nuestro propio ritmo y sin más nos detenemos sin necesidad de esperar o que nos esperen a tomar una bocanada de aire o aspirar un paisaje a través de nuestros ojos.
Pero bueno, empecé con esto de que rodar no es de uno solamente, y me refería a que nuestra coprotagonista, usualmente silenciosa es nuestra bici, la baika, estimada rila… Y me acordé de eso hace unos días cuando por la ruta me tocó a mí cargarla, para sortear una bajada de rocas y luego trepar una pared que no eran posible rodar. Y me sentí bien, nos reímos juntos, mi bici y yo, nos platicamos y compartimos también la anécdota… “ya te tocaba” me dijo “Pues sí unas por otras no?” le contesté… y luego de bajar las rocas nos sentamos unos minutos a disfrutar la vista…
un minúsculo valle que se abría hacia el este, nos llevaría hacia la zona industrial de SLP, pero por lo pronto estábamos ahí a mitad de una vereda semi-escondida, entre la planicie de la cañada del Lobo y la presa de San Antonio, sin mucho ruido humano, al pie de la sierra de San Miguelito, yo estirando brazos, ella palpando con sus tacos la tierra seca.
“Listo?” me dijo, “allez pues, si tu lo estás yo también” tomamos posición, trepé al sillín, nos dejamos llevar por el impulso de la bajada y ya me pareció oírla de nuevo “zooooom, agárrate”… y empecé a pedalear. A seguir rodando, juntos, continuando la aventura.
Ro
Estimado Ro
Te volaste la barda, gracias a tus palabras y renglones, puedo imaginar y lo que vives acompañado de tu bicicleta, porque ya sea solo o en grupo se viven siempre sentimientos especiales con nuestra compañera de viaje.
La cleta no habla, pero en ocaciones expresa más de lo que nos imaginamos, parece que avisa de todo lo que ve y siente, es cuestión de poner atención y sentirlo, esa es la comunicación que existe en un ciclista con su entorno y con su bicla.
Saludos amigo!!
Gracias por compartir tu sentir mismo que sentimos todos los amantes de la Bici! Abrazo
Es un gusto compartirlo, es una forma de volverlo a vivir y descubrir que rodar siempre da.