Vallartazo 2025 por el cabro

Una vez más se dio la fecha, finalmente! Y volvemos a disfrutar un vallartazo más. Esta vez por la ruta del Cabro.

Aunque sea difícil de englobar en una sola reseña estos casi 3 días de una magnífica e inigualable aventura, vamos a hacer el intento.

Así como un buen esfuerzo fue probar una nueva ruta por la misma Sierra que ya hemos cruzado en otras ocasiones y aparte, esta se convirtió una experiencia mágica, como mágico fue descubrir la majestuosidad de la naturaleza que se iba extendiendo ante nosotros con cada pedaleaba que fuimos dando.

Luego, hay que sumarle a esta travesía el compartirlo con un grupo de aventureros como uno… aventureros con un piquín de locura, lo cual adereza el reto y cómo dijo el buen don Raphael (papá de Matías): le pone la cereza al pastel…

Sí, es cansado. Esas dormidas bueno, pseudo dormidas en el camión todavía no las domino. Y luego, en el campamento, dormir en casa de campaña, pues ya no estoy tan acostumbrado luego de aquellos campamentos de la prepa o de la universidad. Jajaja y ya en el destino, en Puerto Vallarta, compartir la habitación con 4 compañeros de ruta pero desconocidos antes de ella también es una experiencia que no se vive a diario. Pero sin importar si pareciera una media recuperación yo descubrí que el cuerpo y la mente,  cuando tienen tienen este tipo de motivaciones son imparables, somos imparables.

 

El primer día, amanecer en un lugar lejos de casa no es tan aterrador cuando te rodeas de tan grata compañía como otros casi 60 ciclistas y miembros del staff, abrimos los ojos, nos desentumimos y nos preparamos para armar bicicletas, checar herramienta, revisar la comida. los  líquidos, acomodar maletas, cuáles van al campamento, cuáles vamos a ver hasta llegar a la playa …. En fin.

Ya otra vez había despertado ahí y esta vez fue diferente. Ya conociendo, uno va aprendiendo, uno se va sintiendo más tranquilo y podemos empezar a disfrutar con mayor facilidad. Si surge algún imprevisto es tomarlo con calma, no pasa nada. Estamos apunto de empezar una gran aventura.

Arrancamos, 10 minutos 15 tarde o 1 hora antes, lo que fuera,  la meta está enfrente y vamos a por ella. Es muy, muy hermoso saber que vamos juntos. Acompañándonos y descubriendo a cada vuelta de rueda de nuestras bicicletas. El pueblo de mascota que se va despertando junto con nosotros y lo vamos dejando atrás a la par que nos vamos metiendo a las brechas, a nuestros terrenos.

Dónde empezamos a respirar más profundo? Dónde es que el silencio empieza indicar la elevación del camino? Dónde nos vamos conociendo? Porque si, vamos rodando con amigos que ya traemos de atrás, pero también te encuentras con gente nueva. A lo mejor son conocidos de otra rodadas, pero vas encontrando nuevas facetas, vas encontrando nuevos compañeros de trayecto. Nos vamos reconociendo.

Ir descubriendo la ruta, no sabes si qué tanto vas a bajar, qué tanto vas a subir. Vas escuchando a tu bicicleta, ese rechinar que ya conoces, el roce de la llanta en el pavimento y como suena totalmente diferente cuando vas por la brecha. Cuando la brecha contiene más agua y suena diferente, cuando atrapas un pedrusco y este sale disparado y pega en el cuadro, otra marca del camino para tu baika.

Ya estamos rodando. Empezamos a sentir el polvo del camino. El calor del sol se entremezcla con el fresco del viento. Caminos que no sabes a dónde van, pero sabes que vas a llegar a algún lado. Y vas viendo cómo te vas despegando del suelo, vamos dejando allá abajo el valle en donde se asienta el pueblo de Mascota, sus gentes, sus templos, sus calles empedradas…

Esa primera parada donde ya decíamos y ya vemos lo que viene, San José del mosco. Te das cuenta en tus piernas que el mosco ya llegó. El mosco ya me recibió en esta ruta. No es otra cosa que que abrazar a naturaleza en cada rodada.

No importa en ese momento el a dónde vas, porque el camino te da una maravilla tras otra, Como un concierto en el que cada recoveco, cada arroyo que cruzamos, cada repecho, cada curva que descubre otra curva y otra subida, son notas de la misma ópera. Cada esfuerzo de subir una montaña empieza con afrontar una colina. Empiezas a ver el cambio de la vegetación. Cuándo vas a hacer eso en tu casa en tu ciudad ciudad? Aquí de repente de estar viendo la vía empedrada que sale del pueblo, se transforma en estar viendo mezquites, lienzos de piedra,  plantíos de maíz, de fresa, de chile y luego de algún tiempo, empieza a cambiar el terreno y empiezas a ver pinos, robles, tierra roja, tierra colorada, Y te das cuenta que más pronto que tarde el camino y sigue subiendo y con ello, el esfuerzo de cada uno también se va incrementando.

Es un respiro llegar a los puntos de abasto. Refrescarte un poco, descansar, respirar en medio de un bosque. Solo los elegidos que vamos en esta ocasión vamos a poder disfrutar a nuestras anchas. Disfrutar cada segundo. Si tú quieres escuchando algún pájaro por ahí. O platicando con un viejo compañero de otras rodadas o con un nuevo un compañero, o simplemente escuchar a los demás, mientras tú vas recuperando tu energía para el siguiente tramo de la ruta.

Esa subida en el primer día estuvo pesada, hasta que llegamos al punto inevitable, el más alto (el puerto de montaña) y vamos para abajo, justo cuando se presenta un percance, que demuestra la esencia misma del ciclismo de montaña, podremos vernos solos en un momento, querremos ir veloces y a veces esquivar al compañero para seguir bajando, pero si a alguien le pasa algo en la vereda, nos detenemos (al menos los que estamos alrededor) y nos ponemos en modo pausa para activarnos en el apoyo al compañero caído. Esta vez fue  fue el buen Chelo, que vino desde Toluca. En mitad de una bajada, luego de una curva, donde las las lluvias dejaron una “muesca” en el camino, ahí no pudo esquivar y dió un tortazo que afortunadamente sólo dejó magulladuras y cicatrices que podría decir que se las hizo un oso (lástima que por aquí no existan, así que no puede usar esa historia), su bicicleta aguantó el golpe también así que luego de una pronta revisión el grupo siguió rodando con una anécdota más en el libro de ruta.

Vamos viendo que nos pasan, vamos pasando nosotros a otros hasta que nos damos cuenta que estamos ya muy cerca de lo que debe de ser el la ranchería de Zapotán, en medio de la nada parecería, allá lo lejos se ve abajo.

Estoy rodeado de pinos, pero sé que abajo no hay Pinos. La riqueza de la tierra mexicana, bosque de altura mezclado con el bosque tropical. No se diga más,  ya es momento de bajar. Disfrutar la bajada por el gusto de sentir las formas del camino y la promesa de un “lo logré!”

Ir cuidando e ir cuidándote. Ir disfrutando la bajada después del esfuerzo de toda la mañana. Para llegar a ese punto perdido en medio del tiempo y el espacio, entre la jungla, el bosque, la estepa y el mar y, por fin, descansar tanto tu bici como tú

El segundo día inicia antes que salga el sol, desentumiendo los músculos pero sin el “aporreo” que uno pudiera esperar. El día anterior tuvimos una sesión de relajamiento en el río que cruza por la ranchería y fue casi mejor que un gran masaje. Luego el departir con el grupo una rica carne asada y unas cervezas, el descanso nos alcanzó para ahora si, ganándole por unos minutos al sol, empezar a levantar el campamento, no sin antes disfrutar un exquisito desayuno con ese café soluble que sabe a gloria cuando estás en medio de la sierra.

 

 

Listos todos, preparando la mente, el cuerpo ya presto, las bicicletas ya lo más listas que podían estar para emprender la segunda jornada de esta épica aventura. Y justo enfrente, a manera de porra pasa la señora gallina con sus pollos, como echando porras o quizás pidiendo que los locos ciclistas ya se vayan para poder seguir en su rutina come-maiz.

 

 

 

 

 

 

 

Arrancamos hacia el poblado de Barandillas. Zapotán nos despidió con unas tomas hermosas de su río, vecino del caserío…

Luego luego nos empezó a cobrar con la subida para salir de la ranchería (al menos a mí), con unas subidas empinadas y aunque el sol apenas se elevaba a nuestras espaldas, fue suficiente para descargar su fuerza en nosotros y sentir como si el mismo dios nos hablara, no escuchaba, sólo parecía decir, anda que puedes, no me digas que no, luego del descanso que diste anoche…

Pues bien llegando a Barandillas y tomando un breve respiro y saludando al respetable seguimos subiendo, pero ahora aunque las pendientes no cesaban, ahora tenía un poco más de aire, o ya mis músculos habían cedido a la resistencia y abrazado el esfuerzo para por fin llegar al puerto de altura e iniciar un hermoso descenso, cadencioso, vibrante, adrenalítico, pero de cuidado porque de repente en algunos puntos, como camuflada estaba la trampa de arena, deseosa de tenernos en ella. Así que no había momento de descanso aún bajando porque un segundo de distracción pudiera hacernos depositar nuestra humilde humanidad en el suelo. Eso no pasó y llegamos con bien al restaurant indicado por los organizadores para tener una parada de abasto de lujo; una helada cerveza y dos deliciosas tostadas de ceviche, como promesa de la ya pronta playa que estaba esperando unos kilómetros más adelante.

Así que luego de disfrutar la parada continuamos en un vaivén de colinas, que simplemente hacían a manera de corriente de aire para un planeador que iba poco a poco dejando las alturas del bosque para aterrizar a nivel de mar.

Pero antes una parada para reagrupar en el puente del río Cuale, el cual se aprovecho por muchos para un chapuzón último en agua dulce, ya a no más de 20 minutos del destino final…

Puerto Vallarta… donde la aventura se completaría, aunque la aventura continuaría… aunque eso mis estimadas y estimados, será otra historia.

Ro

2 Replies to “Vallartazo 2025 por el cabro”

    1. Lo mismo digo mi estimado Vik, estás rutas llenan el alma, recargan las pilas y compartirlo con tantos otros como tú es una dicha, hasta la que siga!

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