La paradoja de la belleza

Una mañana mas inicia en mi tierra. Es enero, y fiel como pocos, el frío aparece al alba y nos envuelve. “tres locos” dirían en mi oficina. Cómo es eso de que salgan a las 7:00am a andar en bici… ni que les pagaran!. Pues bueno, “locos o no” ahí vamos subiendo esta vez Carlos, el Rober y yo(Ro), rumbo al 8 ½ cuando nos pasa otro “loco”, no somos los únicos.

Es hermoso, muy frío y hermoso. Decidimos “hacer la ruta” de toboganes, hace tiempo que ninguno de los tres la hace y bueno, que decir… la adrenalina disparándose conforme nos vamos internando en nuestro bosque, considerable velocidad bordeando el single-track, sumergiéndonos en esos “toboganes” de tierra y piedra que en momentos casi nos envuelven cual una caverna invertida y nos despiden a toda velocidad a la siguiente curva, al siguiente montículo de tierra, una que otra piedra que mas que tapar, se convierte en una mini rampa para evitar una raíz y caer cuidando la vertical para continuar el pedaleo.

Quince minutos, capaz que fueron veinte. Fueron momentos en los que vivimos al son de la teoría de la relatividad y el espacio y el tiempo se esfuman dando lugar a la experiencia de vivir a tope, con los sentidos a todo lo que dan y creo que hasta utilizando otros sentidos que ni sabíamos que ahí estaban.

Luego de ese trance llegamos al final de toboganes, les digo, las distancia son
relativas… 11 kilómetros de nuestra salida. Solo 11 kilómetros nos separaban del ronroneo de la ciudad que modorra despertaba, ahí el cuchichear de pájaros en las ramas, el silencio del rocío despegándose del helado suelo boscoso, unos árboles despidiendo un verde más verde y el cielo mas azul que el azul.

Esta es la paradoja, el deseo que mis coterráneos descubran este regalo, este pedazo de tierra que no pide nada y todo lo da, sin prisas ni deudas, sin prejuicios, generosa y amable, donde hasta el frío es un regalo que podemos disfrutar. Y a la vez queriendo que nadie lo descubra ante el temor de que como niños que somos como sociedad, tan solo vengamos a destruir y a maltratar…

Pero en fin, los “tres locos” de ese viernes rodamos y lo vivimos, y es lo que debe importar, nos levantamos y superamos el frío de enero, para poder disfrutar un paseo más en este bello lugar que con orgullo puedo decir que también es mi hogar.

2 Replies to “La paradoja de la belleza”

  1. Muy bien por lo tres, la verdad aun para los que se concideran ciclistas, salir a las 7:00 am en esta temporada es todo un reto.
    Yo fui el Sabado pero a las 8:30 y la verdad me costo mucho trabajo desprenderme de la cama, pero la verdad valio la pena porque me toco ver copos de nive casi llegando a Torre 1 y bajando el espinazo del Diablo, creo que nunca me habia tocado dicho espectaculo en la primavera, lo que definitivamente hizo que valiera la pena el esfuerzo !!
    Saludos y bien por esa determinacion !!
    Fer Sainz

  2. Así es, a veces nos cuesta la levantada y claro que en ocasiones no logramos salir de casa, pero lo que vale es no dejar de intentar… y que mejor con las recompensas… para empezar la satisfacción del sudor bien ganado!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Related Post

Conociendo Cerro de San Pedro

De repente pudieran parecerse los caminos entre una tierra y otra. En esencia son la misma base. Veredas trazadas por incontables pasos, por sin número de recorridos antes de que nosotros pasemos. Lo que les da vida y anécdota es el que seamos precisamente nosotros los que pasamos por ahí en un determina momento. Y […]

Entre telones

Se dice a esas actividades que se realizan sin aviso, sin promoción, pero que sin las cuales la obra no se puede ejecutar. Son momentos que no por ser de un supuesto bajo perfil, carecen de importancia. Han sido clave para cerrar un espléndido episodio de vida y arrancar uno nuevo. Y con todo y […]

En las calles de mi ciudad

Luego de treparme a mi bicicleta, el mundo de repente parece tan chico. Todo está a mi alcance, la transitada avenida, la plaza o la tiendita de la esquina. Una colina conurbada a la ciudad, un valle escondido a unos metros del camino. Además de los lugares, también la cara amable de algún conductor que […]