El camino esta ahí, no se va a ir. Está esperando a que seamos nosotros los que nos animemos a tomarlo. Eso, además de la muerte creo que es lo único que cada uno de nosotros tiene. Cada quien tiene el suyo propio y bueno, cada quien decide el cuándo y el cómo habrá de afrontarlo, disfrutarlo o sufrirlo.
Y no puedo dejar de decirlo, andar en bici es así. Ahí está el camino, si uno es ciclista de fines de semana o de diario, si lo hacemos por deporte, por convicción o porque no queda de otra…
Ahí tenemos a cada nueva jornada el camino, quizás hoy toca tomar la avenida esa que tanto ruido trae consigo… o en esta ocasión tomaremos las calles de esa colonia a la orilla de la ciudad que nos exigirá esa energía extra para sortear la subida de la colina asfaltada… o quizás es la esperada salida a la brecha y es momento de llenarnos de lodo… o quizás es el andar a medio día que nos lleva a la populosa zona centro de la ciudad para terminar ese trámite tedioso que hemos dejado para el final o la rodada tempranera, al sombra de la bruma de octubre y en el silencio de un bosque rutilante que se extiende mientras nuestras ruedas surcan por sus resquicios de vida.
Cualquiera que sea el camino que este día hemos de tomar… es nuestro momento, nuestra decisión de disfrutarlo o flagelarnos con esa rodada. Recuerdo la semana pasada, que aventura! Rodar desde el sur de la ciudad hasta la zona de Transito… unos 3 kilómetros mas al norte del centro de la ciudad. No tome distancia, pero calculo que han de haber sido entre 30 y 40 kilómetros ida y vuelta. Admiro a mis colegas urbanos que tienen que aventarse esa rodada a diario, a mi no me toca hacerla cotidianamente y quizás eso fue algo de su magia, je je.
Es una rodada que les recomiendo. Si ya se… que el trafico, que el riesgo, que los camiones… siempre habrá los riesgos amigos míos, siempre habrá alguien que te dirá que es peligroso… pues sí, pero igual lo es manejar por el periférico o cruzar la calle de la esquina. Yo lo que recuerdo no es si un carro se me cerró o un perro me persiguió, recuerdo cruzar con tanto gusto un puente peatonal sobre el “ve-lento” Lopez Mateos y ver la cara apachurrada de varios conductores subidos en grandes camionetas o carros relucientes a unos 10 kms/hora. Recuerdo bajar por Américas y luego por el barrio de Santa Tere… que diferente se ve desde la bici! Las tienditas una a cada cuadra, las señoras barriendo la banqueta, los carritos de tejuino… y luego llegar a la zona administrativa a donde iba, sin preocuparme por los “viene, viene” y “estacionar” mi bicicleta a la puerta misma del edificio de tramitología…
Y luego decidir mi regreso y pasar por Chapultepec, a la sombra de los árboles que verdean la zona, tomando lo último que me quedaba de agua y disfrutando la calma del tráfico antes del vendaval de la hora de la comida. Para arribar finalmente de regreso a mi sur, al cerro del Tesoro y permitirme unos segundos antes de entrar a mi oficina para ver al apacible “cerro Viejo” que aún más al sur, nos regala su majestad reposada, su promesa de un verde futuro que le hace frente a ese desenfrenado orgullo, mal llamado desarrollo. Paciente como el tiempo, “el Viejo” me regala la sapiencia que me dice que al igual que rodar en sus laderas, rodar por mi ciudad es un regalo que puedo aquilatar… otro día más!
Hasta la próxima!
Rogelio
pregunto si vives en la misma ciudad en la que muchos otros, tal vez el placer sea como un pasaporte mágico.
Y.