Cuarenta y nueve inviernos… Sí, nací en invierno. Posiblemente por eso me gusta más el frío que el calor.
Y un ritual que estoy siguiendo, es encontrar o armar una ruta que sea del número de kilómetros igual a la edad que estoy cumpliendo. No recuerdo cuándo empecé, pero lo bueno es que lo he podido seguir logrando los últimos cumpleaños que recuerdo. Y si me paso, no hay problema, la cosa es llegar al número mágico del año alcanzado.
La Perrona, en Atemajac de Brizuela, sierra de Tapalpa, Jalisco, México. Un bosque mágico. No recuerdo mi primera rodada en esas montañas, en esos caminos, sendas y veredas. Fue hace unos doce o trece años atrás, que fui con los Tequila Bike y descubrí que el ciclismo de montaña ensanchaba mi horizonte, me hacia descubrir bellezas naturales y me enseñó a compartir con amigos y conocidos momentos y aventuras. Aprendí a tener amigos a través de rodar la bicicleta.
Y esta vez la rodamos nuevamente, un amigo presente, Marcos y muchos más en espíritu, en recuerdos, en anécdotas. Fue como habernos visto la semana pasada o hace dos si acaso. Pareciera que el tiempo se comporta diferente cuando eres ciclista. O será que las amistades adquieren cierta amalgama que las mantiene fuertes y sanas aunque pasen meses y se interpongan las distancias entre quienes alguna vez compartieron una o varias rutas en los cerros, las colinas, los valles, las calles…
Esa subida arrebatadora al inicio me hace llegar a mi límite de pulsaciones muy temprano, y rebaja mucho del efecto del pajarete que me tomé hace sólo unos minutos. Ya la pavimentaron, pero no por eso deja de ser exigente. Llegando a la primera cima, puedo seguir charlando con Marcos. Mucho para ponernos al día, pero queda mucho trayecto aún…
Empieza la subida tendidita que nos llevará hasta el mirador, arriba de Techaluta, a la cruz del ermitaño, que domina las lagunas secas de Sayula y San Marcos.
El valle de San Francisco nos recibe y surcamos el camino el camino. Lo han emparejado un poco, pero siguen esos tramos pedregosos que piden atención a cambio de no terminar derrapando a la orilla del camino, o embarrados de un poco de abono natural y recién depositado por alguna de las vacas que nos miran sin mucho interés. Cruzamos el pequeño arroyo que alimenta el vaya y comenzamos la siguiente subidita… cortita pero quita-aire que nos lleva la mini-puerto de la piedra balanceada.
Pero es un puerto falso porque nos falta subir otro tramo hasta llegar, ahora si, al puerto del single-track de las costillas, como pudiera bautizarlo el Panda. Este es un single track de adrenalina pura, nos hace bajar a toda velocidad hasta el poblado de Juanacatlán, que esta a pie de carretera, entre Tapalpa y Atemajac de Brizuela.
Pero antes, hemos de sortear, raíces, tramos de piedra suelta, lodo negro, troncos atravesados, arcilla roja, laja y finalmente terrenos conquistados por las berries. Aunque han tapizado de plástico el horizonte, quedan espacios que dejan ver el otrora hermoso valle verde, amarillo y marrón de Juanacatlán. Esperemos que la familia del gobernador en turno termine pronto, se vayan y permitan recuperar la tierra pérdida de este valle.
Pero nosotros seguimos nuestro camino y nos volvimos a adentrar en el bosque, flanqueados por hermosos y majestuosos pinos, cabañas escondidas y algunos campos sembrados de flores y maíz, para llegar al arroyo que hemos de cruzar y es la marca inequívoca de que vamos bajando a la presa de Ferrería de Tula.
Casi punto final de nuestra rodada. Punto justo para tomar el último aire, hidratarnos, y tomar fuerza para sortear los últimos kilómetros que nos separan de nuestra meta personal; Atemajac de Brizuela.
Varios columpios, el cruce de otro arroyo, el sonido de los cuervos que nos escoltan, el rumor de los árboles al ritmo del viento, las miradas ahora más emocionadas de las nubes que nos ven acortar la distancia mientras nos perdemos en los últimos túneles arbóreos y salimos a la carretera para rodar los últimos metros hasta culminar los planeados 49 kilómetros que hacen honor a mi recorrido por esta tierra, que me permitieron compartir una vez más con mi amigo la ruta, la experiencia, la vida.
Y no sólo con Marcos sino con todos los que de una forma u otra han formado parte de mi andar -y mi rodar – por estos lares estos lustros, estas décadas. Subidas costosas, bajadas emocionantes, caídas y resbalones, y también llegadas truinfales al final de una etapa. Éxitos, aprendizajes, tramos perdidos pero la final recuperados y resignificados, para hacer de este recorrido, una gran vida, mi vida, que sigue y seguirá mientras el horizonte siga ahí.
A rodar!
Súper padre!!
Felicidades por tu reseña y fotos
Me agrado mucho que festejes en ruta de km=edad
Voy a copiar ese estilo, buen reto, buscar una ruta de 51 años
Excelente narración de nuestra gran aventura reciente, como siempre un placer disfrutar la rodada contigo mi estimado amigo Rogelio. Estas rodadas nos dan vida, nos llenan de alegría, como agradezco poder hacerlo y recorrer esos caminos y lugares tan maravillosos acompañado de tan agradable compañía.
Un abrazo, que sean más frecuentes.
Marcos R de Alba Rosano
Excelente Roger. En cada reseña que compartes me das un buen paseo…
Un abrazo multiplicado por cuarenta y nueve más uno para la rodada de los 10 lustros que igual espero que la compartas…