Y muchos otros colores que parecieran no existir, están ahí. Simplemente hay que tomar la bici y rodar unos minutos por las calles de mi ciudad hasta que éstas se convierten en un sendero que bordea una presa. La cañada del Lobo enmarca la presa que lleva su mismo nombre. No he revisado a detalle el origen de la presa, pero creo que era un repositorio de algún manantial y la cuenca natural de los escurrimientos de la frontera noreste de la Sierra de San Miguelito, antes de que su hilo de agua desembocara en lo que ahora es la calzada de Guadalupe, y el centro de San Luis Potosí capital.
Bellos lugares como este no hay muchos. No es necesaria aquí la exuberancia de la huasteca, es asimilar la humildad de estas tierras que con poco ofrecen mucho.
El azul y el verde son tan solo el marco en el que tonos marrones, cafés, blancos dan forma a mezquites, magueyes espadines, palmas pita y aún pinos comparten el terreno con biznagas, nopales y hasta caballos, que tranquilamente pacen en silenciosos planos entre cañadas.
Mi espíritu se expande al ver a mi alrededor, en mi mismo campo de visión los cerros que bajan a la ciudad, más secos y cubiertos de algunos arbustos y las montañas que se alzan cubiertas de arbustos verdes y pinos enanos… que dicha!
Así la vida nos regala a diario momentos, simplemente hay tomarnos un poco el tiempo para voltear a cada lado, si, quizás un poco de esfuerzo de nuestra parte, pero qué? de eso se trata vivir no es así? La vida es movimiento y no sólo estar sentado en un sillón.
Ro