La vida a fondo…

Vivir es una experiencia personal y cada uno puede aprovechar lo que le toca vivir día a día. Algo que he descubierto rodando en mi bici, sea en la ciudad o en la montaña es que cuando me empeño en rodar al máximo, ese día me siento a todo dar. No quiere esto decir que sólo si ruedo me la paso bien en el día, para nada. Quiero decir que mientras ruedo tengo esa conexión conmigo, como en otras actividades, mas tengo el tiempo para “masticar” mis sentimientos y pensamientos… algo así como meditar dinámicamente…
Y al decir que ruedo al máximo no quiero decir que a cada pedaleo voy a toda velocidad, no. Rodar en bicicleta es hacerte consciente de lo que te rodea, sea la maleza y las ramas de los arboles, o la gente que cruza la calle y los carros y camiones que vienen detrás de ti. Puedes además sentir la presión del pedal en la planta de los pies, el viento escurriéndose por las mangas de la camisa y llegar a tu espalda, una gotita de sudor que empieza a rodar por detrás de tu oreja, el calor del sol y el cambio repentino de ese calor, por el fresco cuando cruzar una sombra por tu ruta…
Hoy sentí la osadía de acelerar al ponerse el “siga” para tomar ventaja aunque fuera media cuadra para tener más “aire” de tomar la glorieta sin presiones de un camión a mi costado. Vi como una señora se paso el alto y con una “jeta” se hacia la que no me veía… por otro lado vi a otra joven, que amablemente detuvo su vuelta a la derecha porque me vio que iba con “vuelito”… Escuche el claxon de otro conductor, avisándome que iba a dar vuelta (con tiempo). Y entre todo el barullo citadino, iba yo, rodando a todo en momentos, relajando músculos y extendiendo los brazos en otros, tomando aire y sintiendo el airecito frío de una mañana que ascendía al medio día y me acompañaba por las calles de mi ciudad.
Así es esto, la cultura vial está en pañales, pero no me voy a esperar 10, 20 o 30 años a que llegue… así que a rodar, una vez más!

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